| Hace poco supe de una historia bastante interesante (y extraña) que escribío personalemente D. Eulogio, y que para general conocimiento de los aficionados pinbaleros paso a transcribir aquí...
Petaco se funda en 1962 y todo era nuevo por aquel entonces, me refiero nuevo en lo concerniente al Pinball, y en Petaco a la fabricación, a los métodos, a los materiales, al personal trabajador en que estaba basada la producción; vamos que todo era nuevo.
La nave, en un 2º piso de un edificio de 2 plantas era rectangular y muy alargada, de unos 8 M. de ancho por 40 de largo, allí trabajábamos 40 operarios.
Madrid por aquel entonces estaba en pleno auge o despegue industrial y se nutría de la mano de obra que llegaba de otros territorios y otras tierras, a veces llegaban familias enteras pero era más frecuente la llegada de gente joven solos, sin la familia; la gente joven trabajando en una obra o taller y subsistía viviendo lo que llamaban “de patrona”, esto es, alquilaban una habitación para dormir con la cena y el lavado de ropa incluido, con lo que se marchaban por la mañana a trabajar y no regresaban hasta la tarde /noche.
En la nave de Petaco (como en todos los talleres) había unas dependencias para cuarto de aseo con retretes y cuarto de vestidores con taquillas para cambiarse de ropa, un sitio bastante reducido como de 5x5 M., pero suficiente.
Explico esto para que se entienda que allí, en el taller coexistían gente de todos los colores, andaluces, extremeños, castellanos, gallegos…y algún que otro madrileño, y casi todos gente joven, (yo era de los mayores y tenía 24 años), luego estaba la sección de “los viejos”, gente de más de 50 años que venían del campo y solo hablaban de temas agrícolas, a esos los pusieron juntos y aparte y formaban la sección de “mangueras”, eran los que fabricaban todos los cableados; tenían a su disposición los rollos de cable, las tablas con los clavos para conformar las formas, y en cordel para el amarre de los cables. Cuando entraba un empleado nuevo y procedía del sector agrícola,… ¡ala!, a la sección de mangueras.
Allí coexistíamos gente de todos los estilos y creencias y se podía dar cualquier situación… ¡y se dio!, una mañana, todo estaba tranquilo, todo transcurría en calma, hasta que alguien salió de los servicios y dijo: “me parece que en los wáteres pasan cosas raras”, otro se apresuró a entrar y al momento salió y con cara de espanto dijo: “creo que hay fantasmas”, otro dijo: “quien se viene conmigo que voy a ver que pasa”, y se le unieron varios, y muy juntitos entraron en el cuarto de las taquillas,…. Silencio absoluto, hasta que en la soledad de los vestidores se oyó una especie de ronroneo…. Y salieron todos corriendo para fuera (es sabido que cuando el susto se adueña de las masas, lo primero que se hace es correr), volvió el silencio y al momento volvió a oírse el ronroneo, y ya nadie se atrevió a entrar,…hasta que llegó Damián, abrió su taquilla y sacó una paloma que había traído de su casa.
El caso es el siguiente; vivía de patrona y salía de su casa temprano y no regresaba hasta por la noche; visitando un mercadillo urbano le habían vendido una paloma y se la llevó a casa y la guardó en su habitación, la patrona apenas se dio cuenta y le dijo que cuando saliera por la mañana se llevase a la paloma, y este, no teniendo donde dejarla se la llevó a la fábrica y la metió en la taquilla; la paloma quedo encerrada y asustada, pero apenas quedó todo en silencio comenzó a gorgojear y el primero de los obreros que entró al servicio oyó una especie de ronroneo y no vió a nadie, con lo que dio la voz de alarma diciendo que había fantasmas.
Eulogio Pingarrón
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